7 de febrero de 2012

Claro que querías alguien que te hiciera rodar por las calles de su mano, sin importar el paso del tiempo, ni las puntadas, el dolor, la resonancia de tanto amor rasgado en tus cuatro paredes. Claro que sí, que era él, la única sonrisa que necesitabas al final del día, la palabra precisa antes de hibernar hasta la siguiente vez que le vieras, el eco de tus pasos, la mitad de tu sombra en días de tormenta resguardándote del frío con la mano metida en el bolsillo de su chaqueta. Claro que sí, que lo entiendo, que era por su olor, y sus maneras, y los ojos que brillaban pero se han apagado, y el asunto aquel de no haber escrito nunca tanto sobre nadie, y elnotevayasnunca, y nunca es ahora...
Claro que podías olvidar todo cuando os quedaba un mínimo de aguante, y tú lo sabes, te daba igual el camino si al final estaba su cremallera, si aún era posible limpiar las lágrimas con café, solo, con mentiras que sonaban a morirse de pena con el doble de azúcar. Pero tiene que haber alguien que no ejerza mañanas sí y noches no, con quien no tengas que negociar horarios y perdones, a quien no le tiemblen los dedos si tiene que escribir más cartas de amor, alguien que te lea al oído, que te pida cuentos, verdades, libertades, calma.

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