¿Que me pasa?
Yo era una persona que brillaba, por eso SHINES… pero ahora lo único que hago es levantarme de la cama para seguir llorando.
Pasé las noches echando de menos pasarlas contigo, así fue como mi almohada se convirtió en borrones y tachones de alguna poesía inspirada en algún bar del centro de la ciudad. Como mientras jugaba a encontrarte bajo las sabanas y recordar la época de miradas perdidas que mucho temo, ya queda muy atrás. Y la noche de mañana, y la de ayer, y la de pasado mañana tal vez, escribo y mientras tanto acaricio la palma de tus manos con la yema de los dedos. Me quisiste y tal vez hoy lo sigues haciendo, pero yo solo sé que es muy difícil no extrañarte, y aún mas deshacerme de todos estos versos y de los recuerdos. Pero es que te quiero, entre mis noches y tus madrugadas, en tus risas, mis sonrisas y los “estoy bien” que son frases hechas, entre otros ojos, los que se reflejan en el espejo o los mios que te observan a la distancia. O en todos los poemas que se quedaron en tu almohada.
Claro que querías alguien que te hiciera rodar por las calles de su mano, sin importar el paso del tiempo, ni las puntadas, el dolor, la resonancia de tanto amor rasgado en tus cuatro paredes. Claro que sí, que era él, la única sonrisa que necesitabas al final del día, la palabra precisa antes de hibernar hasta la siguiente vez que le vieras, el eco de tus pasos, la mitad de tu sombra en días de tormenta resguardándote del frío con la mano metida en el bolsillo de su chaqueta. Claro que sí, que lo entiendo, que era por su olor, y sus maneras, y los ojos que brillaban pero se han apagado, y el asunto aquel de no haber escrito nunca tanto sobre nadie, y elnotevayasnunca, y nunca es ahora...
Claro que podías olvidar todo cuando os quedaba un mínimo de aguante, y tú lo sabes, te daba igual el camino si al final estaba su cremallera, si aún era posible limpiar las lágrimas con café, solo, con mentiras que sonaban a morirse de pena con el doble de azúcar. Pero tiene que haber alguien que no ejerza mañanas sí y noches no, con quien no tengas que negociar horarios y perdones, a quien no le tiemblen los dedos si tiene que escribir más cartas de amor, alguien que te lea al oído, que te pida cuentos, verdades, libertades, calma.